VOLCÁN
La vida es un ir y venir constante por un camino lleno de piedras. A veces logramos sortearlas. Otras acabamos sintiéndolas, sin saber cómo llegaron ahí, atascadas en la garganta y no nos queda más remedio que tragar. Soportar el dolor y guardarlas muy adentro.
Y aunque sabemos que no es ese su sitio, que no pueden seguir ahí eternamente, tragamos y tragamos, hasta que el peso ya se nos hace insoportable.
Cuando llegamos a ese punto, cuando ese peso interno nos ancla y no nos deja avanzar, es entonces que nuestro cuerpo busca liberarlo y nos convertimos en volcán.
Antes o después, con más o menos violencia, nuestro volcán entra en erupción poniendo en peligro todo a nuestro alrededor. Ese paisaje quizá floreado acabará cubierto de lava... y es momento de mirar más allá. Esperar con calma a que la explosión amaine y el suelo enfríe. No desesperar ante la violencia y mirar a tu alrededor para evitar que el fuego llegue a quemar a los que nos importan.
Si tenemos calma y logramos proteger a los que habitan nuestra ladera, al final, la erupción acaba y de ella surgen terrenos nuevos sobre los que plantar otras flores.
Todos somos volcán. De ti depende que tu erupción acabe en desastre o en un nuevo paisaje.
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